domingo, 16 de marzo de 2008

¿Imagenes?

Bien, el otro día me pidieron si podía publicar las críticas que hice para lo de Álvaro, aquí os las dejo.


Reflexiones entorno a Arquitecturas-Fantasmas. Espai-Visor Marzo 2008. Trabajo para el Master de Fotografía UPV 2008


La galería Espai-Visor inauguró el miércoles pasado una exposición con el nombre de Arquitecturas-fantasmas donde presentaba una pequeña muestra de la obra de cuatro artistas fotógrafos contemporáneos. La elección de estos cuatro artistas parece algo arbitraria pues si bien todos abordan el extenso tema del espacio desde aspectos similares, su singularidad produce más interferencias que diálogo. Ocurre lo mismo que en otras muchas muestras colectivas donde las piezas escogidas no son las más representativas de la individualidad de cada artista (o no son su síntesis) pero que tampoco lo son del colectivo.

Los cuatro fotógrafos son Lynne Cohen, Thomas Weinberger, Bert Danckaert y Yehuda Altmann.

Lynne Cohen “viene desarrollando una forma de fotografía obsesivamente centrada en la representación de espacios vacíos. Se trata de vestíbulos, salas de espera, despachos, aulas, quirófanos o laboratorios clínicos, a manera de escenografías en donde aparecen todos los objetos, pero no los personajes para quienes estarían destinados”. Y sin embargo hay una representación mordaz de dichos personajes. Con la ironía propia de la distancia, Lynne consigue retratar la subjetividad para quienes fueron diseñados y/o son usados dichos espacios. Cuando se echa un vistazo al groso de su producción a uno se le viene a la cabeza la descripción que Benjamín hace sobre el significado de las habitaciones burguesas en el s.XIX. Son el museo de la subjetividad de sus dueños. Solo que sus dueños no son personas concretas sino instituciones (modelos de prácticas/sensibilidades colectivas). Así, los espacios retratados por Cohen adquieren el peso de la representación de cierto tipo de contemporaneidad, o mejor dicho, son espacios que no pueden sustraerse de una mirada que disecciona lo que para ella representan: el teatro de lo cotidiano. De esta forma, se produce un juego de interferencias entre lo público y lo privado. Por un lado los espacios escogidos por Cohen son espacios públicos, pero al ser retratados en su fría desnudez hacen visibles aquello que tradicionalmente debería ocultarse a la mirada del otro: lo privado. Fijar la atención sólo en el teatro de lo cotidiano es hacer de lo cotidiano un teatro; de ahí que las fotografías de Cohen desvelen una mirada profundamente crítica respecto del entorno.

En paralelo encontramos el trabajo de Bert. Entre los trabajos de Lynne y Bert se establecen más conexiones de lectura que con el resto de los trabajos expuestos. Bert también refleja una mirada crítica sobre el entorno, pero es una crítica que parte de cierta nostalgia. Mientras que Lynne mira, como se dice comúnmente, “sin contemplaciones”, Bert contempla lo que pudo ser y no es, retrata de cierta manera la tragedia de lo cotidiano. Para ello escoge igualmente espacios públicos vacíos (casi siempre exteriores) que representa desde el ángulo donde cada elemento completa y compone un orden global pero donde siempre aparece la huella de algo que apunta hacia un desequilibrio. Esa huella tiene diversas naturalezas según la pieza y ofrece distintos matices de la misma tragedia. Por poner un ejemplo, se aprecia en muchas de sus piezas la aparición de un elemento vegetal (setos, arbustos, ramas de árboles, césped) que, tanto si ha sido colocado allí expresamente con motivo de un diseño paisajístico como si ha crecido de forma espontáneamente residual, reclama desde su silencio la libertad de espacio, señalando así el absurdo de la propiedad, la precariedad del orden y la inutilidad de la asepsia; pero como su grito sigue siendo silencioso y sigue perteneciendo al orden del conjunto, su intención se agota y es reflejo de la frustración de un esfuerzo. En cambio, cuando la huella es fruto de la actuación del hombre o del paso del tiempo (grietas, brochazos en una pared lisa, objetos dejados caer o en lugares que no le son propios) lo que grita en silencio es el mismo orden que pasa a ser el reflejo frustrado del esfuerzo del hombre. De modo que el trabajo de Bert observa en la precariedad del presente esa frontera que es a pesar suyo, con una cierta nostalgia como instrumento de la expresión de la tragedia.

El tercer exponente es Thomas Weinberger. Weinberger se formó en Munich como arquitecto y la presencia de la arquitectura es central en toda su obra. Weinberger fotografía espacios urbanos desde la distancia de modo que sus imágenes parecen motivos de postales urbanas. Lo aparentemente original resulta de la aplicación de la técnica de la “doble exposición” en dos momentos diferentes del día, una exposición que realiza de noche y otra de día. El resultado son imágenes con una fuerte atmósfera cuya tensión radica en el contraste de su efecto antinatural con el realismo del motivo retratado. Si el objeto con que desarrolla dicha técnica es el de generar sólo la duda frente a la realidad, resulta un golpe de efecto de duración limitada, pues una vez esclarecido el modo en que procede a la manipulación de la realidad las fotografías pierden la mayor parte de su interés y atracción. Hay quienes han visto en este juego el desarrollo de ideas relacionadas con el concepto del tiempo, la percepción del mismo y su interés en un discurso meta-fotográfico. Por mi parte, siempre he creído que el interés de cualquier imagen debe residir en el discurso que elabora por sí misma desde los elementos propios de su lenguaje y no la de ser mera ilustración de textos cuya fuerte abstracción no necesita del referente de lo real. Es curioso como esta ausencia de lo real se lleve a cabo en un medio como la fotografía. No por casualidad, Erno Vroonen tituló "Imágenes sin la presencia", a una exposición comisariada por él en el septiembre de 2005 con piezas de Thomas Weinberger y Yehuda Altmann.

Yehuda Altmann es la última invitada de la galería. Y aquí debo introducir otra cuestión. Si hasta ahora puedo decir que he tenido acceso a la producción de los expositores anteriores al margen de la pequeña muestra ofrecida por Visor, no así lo he tenido al trabajo de Altmann, de modo que me resulta difícil hacer una valoración. Aquí no se trata ya de describir las apreciaciones obtenidas de la escasa muestra expuesta en Visor, sino de apuntar brevemente otras cuestiones que quizás exceden la propuesta del trabajo y que no son sino cuestiones que laten desde hace tiempo en el terreno del arte. Por un lado preguntarse sobre la necesidad y/o capacidad de las obras de transmitir experiencias por sí mismas y por otro de la adecuación de los espacios expositivos (o bien la adecuación de sus formas) a su función difusora.

Al hilo de la crítica sobre las imágenes de Weinberger, si las imágenes han dejado de de ser presencias de eso real que nos apela para pasar a ser productos de la abstracción perceptiva, entonces ¿pueden llamarse imágenes?

1 comentario:

Unknown dijo...

No se si tu pregunta final, deberia referirse al termino immagenes como tal; a pesar de la metodologia revelada, que deja sin fuerza el discurso, como lo ves tú, en a obra de W. el producto final es una imagen y ademas fotogafia, en tanto a la tecnica se refiere, es decir como objeto es lo que es, habria que ver como puedes definir imagen, en el ámbito del arte para poderte preguntar más precisamente, cual es el papel de la obra dentro de unos patrones contemporaneos de arte y fotografía.